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sábado, 5 de octubre de 2013

Historia y Política de África: Un Resumen

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          Al hablar de historia de África nos encontramos con dos problemas: uno de fondo y otro de forma. El más obvio es el de cómo conocer la historia de África si no hay apenas datos, archivos o una tradición escrita amplia, fiable y que se remonte siglos atrás como en Europa o Asia. El segundo es cómo enfocar la historia de un territorio: cuando lo más espontáneo y obvio para un occidental sería analizarla a través de sus estados y países, resulta que la mayoría estados africanos no tienen más de 50 años… Para hablar de la historia de África conviene fijarse en regiones más o menos amplias y hacer un seguimiento de sus pueblos, en muchas ocasiones nómadas. Después hacer hincapié en aquellas civilizaciones que parecieron ser más estables.



En muchas ocasiones nos preguntamos por qué no hay fuentes escritas o una expresión artística arquitectónica amplia y duradera que dé testimonio de un asentamiento organizado, estable y civilizado. La respuesta está en la naturaleza nómada de una gran cantidad de pueblos africanos. Las fronteras delineadas por occidente encerraron en estados modernos y artificiales a muchas tribus que se desplazaban por la región cuando el hombre blanco llegó. Existen, sin embargo, algunas excepciones: reinos acomodados en ciertas zonas con una estructura más compleja y estable que fueron conquistados casi como países y que por tanto, tras la independencia, retomaron sus fronteras ancestrales siendo la excepción a la línea recta, escuadra y cartabón del mapa político africano. Algunos de estos son; por ejemplo, Ruanda, Burundi, Lesoto, Suazilandia, Etiopía o los reinos tradicionales dentro de Uganda. Eran monarquías más consolidadas y sedentarias, acomodadas en algunas zonas que ofrecían ciertas facilidades (como la región de los Grandes Lagos con acceso a agua, cultivo, pesca, etc… en Ruanda, Burundi o Uganda).



Con la excepción de Etiopía, no existe una nutrida tradición escrita en África Subsahariana. Esto obliga a recurrir a la tradición oral, arqueología, trazado de conexiones lingüísticas y culturales o a los testimonios de potencias colindantes: árabes, portugueses, etíopes en una primera fase, resto de europeos en un segundo periodo.

Parece entonces que la historia de África ha de ser dividida en tres grandes periodos: antes de la colonización, durante el mandato colonial y tras la independencia.

Antes de la colonización podemos observar como los distintos grupos lingüísticos han ido poblando todo el territorio subsahariano. En el caso de las poblaciones bantú y níger-congoleña desde la Cuenca del Congo hacia el este y sur en un caso, y hacia el oeste en otro. 



Observamos además la aparición de ciertas civilizaciones asentadas que dejaron restos arqueológicos de gran valor: el Imperio de Ghana (sin contacto con el territorio del país que hoy lleva su nombre), el Imperio de Mali, los reinos del Congo, Lunda y Luba, Zimbabue y por supuesto, Etiopía.



Hay que observar también sus intercambios culturales, comerciales y religiosos con los árabes del Magreb y de Egipto en el norte o con los omaníes en el este creando la cultura swahili.

Vamos encontrando, de este modo, una región en la que sus pueblos están profundamente marcados por los agentes climatológico y geográficos (pueblos pastores y nómadas de las grande llanuras, comerciantes en la costa, y más sedentarios en los lagos) y por sus vecinos, abrazando el islam o permaneciendo animistas.

El contacto con los europeos vendrán en dos oleadas: una primera con los navegantes portugueses que bordean las costas y holandeses asentados en Sudáfrica y otra posterior en el siglo XIX con los nuevos exploradores y colonizadores. Además conviene mencionar un fenómeno que dio la vuelta a la demografía africana: la esclavitud.

La esclavitud contaba con dos grandes puertos o centros neurálgicos: Ciudad del Cabo de la mano de los portugueses y para el resto de Europa, y Zanzíbar por cuenta del Sultanato de Omán y que suministraba al mundo árabe. Miles y miles de autóctonos fueron trasladados de manera infrahumana durante siglos para convertirse en meros instrumentos, posesión de dueños negreros. Este pasado pesa en la memoria y responsabilidad de Occidente y del mundo árabe.




Cuando los exploradores auspiciados por Europa se lanzaron a la conquista de África y sus recursos en el siglo XIX provocaron el inciso más dramático de la historia del continente: la colonización. Líderes de Gran Bretaña, Francia, Alemania, Bélgica y Portugal principalmente se repartieron el continente como si de un pastel se tratara trazando líneas rectas sobre territorios que jamás habían pisado. Cada país estableció su propio sistema de gobierno:

En el caso de Bélgica, atestiguamos un cambio de sentido que va de la cruenta administración como patrimonio personal del Leopoldo II, Rey de los Belgas, a la administración colonial de Bélgica con vocación de convertirse en modélica.

A los franceses los juzgó la historia como uno de los peores colonizadores con una radical franconización de la población e intentada eliminación de las estructuras sociales autóctonas  imponiendo una pronunciada centralización.

Los británicos establecieron modelos diversos con mayor o menor autonomía en cada zona. Así no fue lo mismo el control sobre Sudáfrica que el mandato sobre Botsuana, el domino sobre Kenia o la administración de Tanzania adjudicada por la Sociedad de Naciones tras la Primera Guerra Mundial. En cualquier caso, la mayoría de las veces, se apoyó en la estructura social y jerárquica existente en cada región para imponer su autoridad.



Por aquel entonces sólo quedaban dos países independientes y que se mantuvieron como tal en el continente: Liberia y Etiopía. El primero se trata del curioso caso de un país creado bajo el patrocinio de Estados Unidos como billete de vuelta para los antiguos esclavos afroamericanos que quisieran regresar a su tierra de origen… en el más amplio sentido de la palabra. La historia se muestra irónica y pesada al demostrar que aquellos antiguos esclavos ahora ataviados de vestido y trajes de aquellos blancos sureños se impondrán arrogante y autoritariamente a la población local liberia. El Imperio de Etiopía, por otro lado, se mantiene como civilización milenaria que tan sólo perdió brevemente el control sobre su soberanía en los años de guerra contra Italia.


Después de la Segunda Guerra Mundial el hombre negro comenzó a entender que el hombre blanco no era sólo un pueblo, sino que existía rivalidad entre países europeos y que, aún más importante, no era invencible. Esto avivó un naciente sentimiento de independencia en los países africanos a distintos ritmos y con diversa fuerza. Algunos de los más significativos fueron los de Ghana y Kenia con sus rebeldes Mau Mau. Esta sensación de fin a la opresión se fue extendiendo como la pólvora y explotó en la década de los 60. Las potencias europeas fueron siendo cada más conscientes de que el sistema de antaño era ya insostenible y que había que ir delegando poco a poco competencias con vistas a preparar a una clase de dirigentes y funcionarios capaces de hacerse cargo de su propio destino. Algunos analistas e historiadores dieron fe de la arrolladora ilusión colectiva que se percibía en aquellos años de emancipación, pero que también en algunos casos, la vida diaria del ciudadano de a pie no siempre cambió necesariamente para mejor. Otros tantos opinan que la independencia era necesaria y correcta, pero quizás algo temprana y que la transición habría debido ser más paulatina para esperar a la completa “maduración” de la incipiente clase política.



Cada estado se adscribió entonces (en plena Guerra Fría) a una orientación política para lanzarse a un nuevo futuro. Los tres modelos principales fueron el Socialismo Africano, el Capitalismo y el Socialismo Científico.

El Socialismo Africano pretendía tomar el espíritu de las enseñanzas de Marx, pero consciente de que precisaba ser adaptado a las particularidades del continente, el orden social y la falta de industrialización. El ejemplo más claro de este sistema fue el impulsado por el primer presidente de Tanzania, Julius Nyerere. El padre de la patria tanzana, recordado hoy con devoción por sus paisanos, introdujo un sistema de granjas colectivas, impulsó la educación, la enseñanza del swahili como lengua nacional para todas las tribus, el desarrollo de una verdadera identidad nacional, el desplazamiento de autoridades y militares a otras provincias distintas de las suyas, etc. Económicamente no fue demasiado exitoso, pero creó un país unido, estable, pacífico y con una fuerte identidad nacional.



El Capitalismo, sin embargo, se encarnó en el país vecino de Tanzania, Kenia. En este caso, de la mano de Jomo Kenyata. Aquí el desarrollo económico fue mucho mayor, pero el tribalismo se ha mantenido y sigue creciendo. La última explosión de violencia interétnica tuvo lugar en las elecciones de 2007.



El Socialismo Científico surge como una reacción al antes mencionado Socialismo Africano. Para aquéllos no existe más que un socialismo, el original, el verdadero, el científico y toda adaptación a supuestas particularidades regionales era una forma de desvirtuar la mayor. El socialismo es el camino y hay que aplicarlo como tal. Fue el caso de Etiopía bajo el gobierno de Mengistu.



A estos sistemas se añadían factores comunes de populismo y autoritarismo en mayor o menos intensidad.

Desde entonces han pasado unos 50 años y aquel soplo de aire fresco y esperanza en el continente comenzó a teñirse de escepticismo y pesimismo al explotar una cadena de conflictos que aún continúa: el Genocidio de Ruanda, la Primera y Segunda Guerra de África cuyo escenario fue la República Democrática del Congo, dictaduras sanguinarias, golpes de estado, purgas de opositores, conflictos interreligiosos, apartheid, hambrunas, sequías, explotación…

Pero no todos han fracasado, ni mucho menos. Hay ejemplos de estabilidad, convivencia pacífica, democracia y desarrollo. Algunos países que se suelen poner de modelo son Botsuana, Gabón, Benín, Tanzania, la actual Ruanda… Son casos que dan testimonio del potencial de África.


África no es una sola realidad. Es un complejo puzle de estructuras sociales superpuestas que no merece ser simplificada. África no sólo es miseria ni safaris. Hay mucho más. Espero que estos posts animen a algunos a investigar más.



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